lunes, 8 de abril de 2013

Callando en el silencio,


Un nítido rayo de sol se colaba por la ventana y el cantar de  los gorriones hizo a Paula despertar cinco minutos antes de que sonase la alarma. Ella era de esas personas que tenían el sueño liviano por lo que el mínimo ruido conseguía despertarla. No le agradaba despertase constantemente durante las noches, aunque aquello les salvó a ella y a su madre de un robo el año anterior.                                                         
Se levantó a duras penas mientras intentaba incorporarse. Una vez de pie se colocó sus gafas de pasta roja que tanto odiaba pero que su madre le obligaba a llevar pues no podían derrochar el dinero por puro capricho. Se colocó delante del espejo y comenzó a observarse detenidamente, ¡aquel pijama infantil con estampado de animales le sentaba fatal! Era alta, de compostura delgada y tenía una melena escarlata que no pasaba más allá de sus planos pechos, a veces se preguntaba cuando a aquellos pequeñajos les daría por crecer. Definitivamente de su físico no es algo de lo que estuviera orgullosa y para colmo llevaba aquel espantoso aparato dental. Cuando se lo pusieron le dijeron que solo lo tendría durante un año, pero aquello se alargó a dos y por algunas complicaciones se habían convertido en tres llevando aquella horrible ortodoncia.
   A trompicones fue hasta el baño donde se lavó la cara con el fin de espabilarse, volvía de nuevo a enfrentarse a todas las miradas e insultos que se veía obligada a aguantar día a tras día. Ser la chica empollona que no hablaba con nadie  y se pasaba los recreos en la biblioteca nunca pasaba por alto. Su leve problema de autismo era causado por la gran desconfianza que fue adquiriendo en aquellos años de primaria donde sufrió de bastantes agresiones, hasta que un día se hartó y le rompió el labio a un compañero de clase. Ella se pasó días llorando por aquel acto tan imprudente que conllevó a una inmediata expulsión, pero nadie sabía nada acerca de todos las ofensas, de aquellas mofas,  de las veces que le habían tirado del pelo, lanzado bolas de papel e incluso puesto el pie adrede para que cayera por las escaleras del colegio.
  De repente a Paula le rugieron las tripas cuando percibió el intenso olor a café que provenía de la cocina y que indicaba que el desayuno ya estaba listo. Bajó torpemente y saludó a su madre con un dulce buenos días. Mientras, se comía el suculento desayuno que ella le había servido, no pudo evitar que se le cerraran los ojos en varias ocasiones. Anoche, estuvo hasta altas horas de la madrugada, con el ordenador, escribiendo en su blog, expresar sus pensamientos a través de palabras era su principal modo de escape junto a los libros que adornaban sus estanterías. Muchas veces, cuando alguien desconocido le dejaba un comentario dándole la enhorabuena se sentía, de alguna forma, menos sola pues sabía que más personas pasaban por la misma situación, “triste pero cierto” solía repetirse ella una y otra vez.
Afortunadamente, nadie conocido sabía de la existencia de aquel rincón en la web, y ella se alegraba, pues no quería que alguien le diese la tabarra preguntando el porqué de todos aquellos pensamientos negativos. Hasta el día de hoy, nunca había contado su problemas para hacer amigos a alguien real, simplemente lo dejaba plasmado en entradas que publicaba en internet o en bolígrafo y papel. Pero, realmente, el principal motivo por el que había permanecido callada era porque no quería preocupar a su madre, ella ya había tenido suficiente con aguantar durante años las tonterías de su marido. Paula vio como día sí y día también su padre llegaba borracho a casa a altas horas de la madrugada, después de haber gastado parte del dinero familiar en tragaperras y alcohol, y gritando cosas sin sentidos. Hasta que un día, cuando volvió como de costumbre del recreativo con dos copas de más, se atrevió a ponerle la mano encima a su madre y ella, presa del pánico, gritó con todas sus fuerzas. Entonces, las vecinas acudieron rápidamente a la llamada de socorro y Paula les abrió la puerta sin dudarlo un segundo. Cuando todas contemplaron la escena llamaron inmediatamente a la policía que vino, arrestó a su padre y más tarde le impusieron una orden de alejamiento. Ella había sufrido  mucho con aquella separación pues era muy pequeña cuando sucedió y no comprendía del todo lo que estaba pasando.
    Cuando miró el reloj, se dio cuenta de que el tiempo se le había echado encima y que faltaban solo quince escasos minutos para que comenzaran las clases. A toda prisa engulló el último trozo de cruasán de chocolate, bebió el café restante y subió hacía el piso de arriba. Preparó desganada la mochila y al pasar, nuevamente, por delante del espejo se percató de que ni siquiera se había vestido, soltó un bufido histérico  y cogió lo que encontró más a mano: un top celeste, un pantalón negro ajustado y unas converse del mismo tono que la parte de arriba. Con una velocidad impropia de ella se cepilló los dientes y se puso un poco de maquillaje para intentar disimular las ojeras de la noche anterior. Mientras bajaba las escaleras se hizo una coleta baja, tal y como le gustaba llevarla, soltó un estruendoso adiós acompañado de un portazo y corrió como alma que lleva el diablo para no  llegar tarde a segunda hora, ya que la primera la había tenido libre a causa de la baja del profesor de educación física.
   El edificio en el que estudiaba ya se podía divisar a lo lejos cuando el reloj de Paula marcó las nueve y cuarto de la mañana, soltó una maldición en voz baja y se apresuró por  llegar a clase. Le tocaba matemáticas y tenía a Don Jorge, un profesor educado en la antigua escuela y que rondaba los sesenta años, con el no valían escusas y ella sabía que era mejor no asistir a su clase que llegar tarde.                 
De repente, su móvil comenzó a sonar y extrañada vio que se trataba de un número desconocido, descolgó ya que nadie solía llamarla y podía ser algo urgente y escuchó una respiración agitada al otro lado de la línea
–¿Hola?  –preguntó extrañada–.                                                                                                           
–Hola –tartamudeó una voz femenina–.                                                              
Paula quiso preguntar de quién se trataba pero la otra chica se adelantó.                                              
–Soy alguien que no conoces –dijo la chica muy convencida–. Te preguntarás como una completa desconocida tiene tu número de teléfono pero digamos que, mm, tengo mis contactos. La razón de esta llamada es porque quería escucharte para poder ponerle voz a cada uno de tus textos, sí, soy seguidora de tu blog y ¡una de las primeras! –comentó la chica con entusiasmo–.Ahora mismo no puedo seguir hablando porque tengo que entrar a clase pero tendrás noticias mías muy pronto.                                                  
–Oye, no me has dicho tu…-pero el móvil emitió un pitido que ponía fin a la llamada. Todo aquello resultaba muy extraño, lo que Paula no sabía es que al otro lado de la ciudad una chica bautizada con el nombre de Lucía portaba una enorme sonrisa pues, al fin, había conseguido armase de valor y  hablar con la creadora de su blog favorito: “alquienmedijoquenodejaradeescribir.com
    Los siguientes días transcurrieron con normalidad, Paula seguía pasando todos los recreos escribiendo en aquella libreta amarilla que, desde primaria, había sido su única compañera de aventuras y su principal escudo frente a las críticas absurdas de la sociedad. No podía quitarse de la cabeza la idea de la extraña anónima que le llamó el lunes pasado, “pronto tendrás noticias mías” había dicho aquella chica pero, ¿cuándo?
   Una vez que llegó a casa revisó, como de costumbre, sus redes sociales en busca de alguna notificación y, efectivamente así fue, en su blog había un nuevo comentario firmado bajo el nombre de “noticias”, su contenido era bastante breve, solo aparecía una dirección de twitter con saludos incluidos. Apresuradamente, introdujo en el buscador “@pensamientos_distorsionados” y revisó la biografía de la chica de la llamada: “Perdida en un mundo de caimanes. Las palabras se convierten en puñales si te importa la persona que las pronuncia, y tú hoy no me haces daño. Nobody breaks my heart.” A Paula le gustó muchísimo por lo que decidió darle al botón de seguir y enviarle inmediatamente un mensaje directo.                                                                                                                –Hola, soy la chica de “alguienmedijoquenodejaradeescribir” y como ya sabrás me llamo Paula, ¿de qué va todo este misterio?-y sin más pulsó la tecla de enviar.                                               
–Me llamo Lucía, y simplemente soy alguien que está pasando por algo similar a lo tuyo, alguien que necesita a otro alguien que la entienda y la escuche.Y en otro mensaje simplemente recibió:                                                                               
–Y ese alguien puede ser tú.                                                                                                            
A Paula se le aceleró el corazón cuando leyó lo que aquella chica acababa de mandarle, estaba sintiendo lo mismo que cuando leía algún momento épico de sus personajes ficticios favoritos solo que ahora era real, alguien quería ser su amiga.
   Las dos chicas pasaron durante meses hablando de temas que ambas encontraban interesantes, como eran la literatura o las series del género japonés “anime”, compartieron infinidad de recomendaciones e incluso se atrevieron a contar algún que otro secreto. Entonces, después tantas semanas conversando Lucía le propuso quedar y a Paula le costó decidirse más de una hora. Realmente quería quedar con ella pero tenía que pensar a fondo sobre el tema. ¿Debía traicionar lo que le habían enseñado de no quedar con desconocidos de internet? En el fondo, no seguir esas indicaciones era algo que había hecho con anterioridad, por ejemplo con el tema de Dios. Pese a que su madre le había inculcado la religión católica, ella no era creyente. Se negaba a creer que hubiese algo tan cruel, ¿cómo un ser supremo permitiría tanta injusticia y miseria? No, no podía ser posible. Y sin más rodeos, se acercó nuevamente al ordenador y tecleó en la ventana de mensajes:
–De acuerdo, nos vemos mañana en la plaza del centro comercial a las seis y media, ¿qué te parece? 
–Lucía aceptó.
Ambas sabían que aquella noche no podría dormir debido a la emoción, y así fue. Al día siguiente, la chica pelirroja, tampoco pudo concentrarse durante las clases y al llegar a casa le hablo inmediatamente a su amiga para comentarle lo nerviosa que estaba.                                             
   Eran aún las seis y cuarto de la tarde cuando Paula ya estaba esperando en un banco que era alcanzado por la sombra de un árbol. Buscaba impaciente a la chica de infinitos ojos azules, tal y como su amiga se había descrito en el blog, la noche anterior le había dicho que llevaría una carpeta rosa con el estampado de una flor y ella le había dicho que llevaría  un top rojo, para que fuese más fácil reconocerse.  Y entonces la vio, una chica con el pelo liso y negro que le caía por la espalda como si de una cascada se tratase, vestida de tonos grises y con dicho archivador sujetado entre los brazos, y Lucía comenzó a correr y ella también quiso hacerlo pero le templaban las piernas y sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Y se fundieron en un abrazo, y ambas no pudieron evitar que las lágrimas cayeran por sus rostros. Las dos chicas pasaron la tarde entre risas, todo era mejor que en aquellas historias de amistad infinitas que ellas tantas veces habían imaginado en su cabeza tiempo atrás cuando el alma lloraba. Y, cuando pasaron frente a grupo de ex compañeros de Paula, les gritaron “raras”, pero a ninguna de las dos le importaban, sus comentarios no dolían, ellas eran fuertes porque ahora tenían a alguien con quien desahogarse, alguien real, y podrían compartir todas sus aficiones y sus sueños, porque estaban hechas la una para la otra. Y entonces ambas sonrieron y Paula comprendió aquella frase que decía: “Todo ser ha venido a este mundo para aliviar la soledad de otro ser.”