domingo, 20 de diciembre de 2015

Inmortalidad.

Por primera vez, voy a intentar hacer las cosas bien.
Voy a girarme, voy a andar, voy a irme lejos, voy a hacerlo más fácil.
Me he aferrado siempre a eso de "más vale pájaro en mano que cientos volando", pero lo cierto es, que yo soy ese pájaro, atándome las alas con cadenas, a la boca de cualquier poeta de mierda. 
Y basta.
Basta de creerme que esos besos son metáforas de un "te quiero", basta de hacer símiles entre lo que quiero y lo que tengo, basta de personificaciones de amores que nunca estarán vivos, basta de absurdas atribuciones cuyo efecto siempre es negativo. 
Basta de mariposas que se convierten en abejas asesinas con el eco de tu voz. 
Basta.
Basta de mentiras.
De amores de mercadillo.
De sonrisas de escaparate.
Basta.
Basta de aparentar, de fingir felicidad.
Basta de ir por la vida fingiendo ser huracán cuando sé que estoy tan rota.
Ya no me creo que te enamorases de mi ruinas, ya no creo que estuvieras dispuesto a encajar los trozos de tu corazón con el mío, porque ni siquiera creo que tengas ni un sólo rasguño.
No quiero más de tus estúpidas campañas publicitarias que siempre terminan en subida impuestos porque, joder, que caro sale esto de quererte.
Que pagarme una suite de lujo en tu pecho, nunca fue mi opción, que yo me conformaba con un colchón a la luz de las velas, mientras estuviéramos los dos.
Que no, joder, que no te enteras.
Que nunca me escuchas.
Que esta vez no hay regreso, que estas líneas están llenas de puntos y seguidos, apartes y finales.
Porque se acabó, hasta aquí llego yo. 
Te lo dirijo a ti. 
A ti, poeta, que prometiste hacerme tan eterna como Roma. 
Que me querías encerrar en un verso, aprisionarme en un cuaderno, que me querías dar la inmortalidad con un beso. 
Y al final, a mí, que siempre fui tan volcán, me terminaste convirtiendo en Pompeya.




sábado, 19 de diciembre de 2015

Duele.

Duele,
no sabes cuando duele,
esto de saberte 
pero no saborearte.

Esto de acariciar
y que solo sea a una brisa
que ya no sale de tus versos.

Duele, 
duele hasta dejar inerte,
hasta que la coraza se rompe
y el miedo aparece.

Hasta que el mar de dudas
se convierte solo en agua
porque no queda nada sobre lo que dudar.

Duele, duele esto de querer quererte
aún a sabiendas de que tú
no me quieres.

Esto de sentirte 
y que sólo sea entre recuerdos:
En el café de las 00:15.
En los álbumes de fotos.
En los besos en los bancos.
En los paseos por los barrios.
En los textos que descansan con las cartas; 
con las mías que nunca envié 
y con las tuyas que siempre quise recibir.

Duele, 
no sabes cuanto duele,
esto de saberte 
pero no saborearte.

Saberte porque no te olvido.
No saborearte porque ya no estás,
y ahora sé que no volverás,
jamás. 

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Siento frío.

No sé.
Siento frío.
Siento frío y me pregunto si esto es suficiente. 
Si es suficiente el sentirnos tan impotentes ante cada quiero y no puedo, ante cada noche de desvelo.
Hoy le escucho y siento frío. 
Su voz no me provoca esa calidez que tanto busco. 
Esa seguridad que nunca me ha abandonado cuando he ido de su mano. 
Hay cosas que pensaba que podrían pasar pero nunca imaginé que él sería una de esas personas que llegan a hacerme sentir tan vacía. Pero la verdadera realidad es que esto es real.
Que el frío que siento no es mentira. 
Que el vacío, el cansancio, la contradicción que hay en mí forma de aprisionar la huida entre los brazos, el regreso de las sombras, la lluvia salada que cala hasta los huesos, que todo es cierto. 
Que esto no es una estúpida imagen negativa que mi cabeza generó en un momento de debilidad. 
Que no, que no lo es. 
Esto no es una broma macabra del destino porque no existe nadie que guíe mis pasos, sólo soy yo escribiendo en pasado. 
Este frío, este adiós maquillado de un nuevo hola que no se siente cercano. 
Las olas que nos balancean entre el siempre y el jamás.
El olor a mar de dudas.
La niebla que nos ciega y nos oculta.
Todo esto es real. 
Es real que tiemblo, que tengo miedo, tanto miedo que escribo de más y echo de menos algo que todavía dice perdurar en el tiempo. 
Tengo tanto miedo que el fuego no calienta, que la cera comienza a derretir la llama porque era algo impensable hasta que me di cuenta de que la llama no siempre tiene la culpa de apagarse. 
Que sí, que tengo miedo.
Y lo admito, y escribo, escribo porque la literatura siempre fue mi refugio más poético.
Porque me consuela leer entre mis líneas un café más amargo que el de ayer a las 00:15 cuando dije adiós, a media voz, y se me quebraron las palabras en la garganta a punto de ahogarme, como si la peor muerte, esa de la que sales vivo, estuviera acercándome a su pecho para encerrarme dentro.
Y es que, ayer, tuve la necesidad de hacernos recuerdo para, así,  no olvidarnos jamás. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Si buscas que te quieran...

Es de noche y leo Sabina, no hay excusa para no pensarte porque es de noche y leo Sabina.
Justo al escribir esto ha empezado a sonar la primera canción que escuché cuando dijiste adiós, a media voz. Cuando decidiste huir, correr y salvarte de esta habitación sin salida que es mi vida.
Sonreíste en un susurro casi inaudible a sabiendas de que yo ya entendía el idioma de tu risa, el que me habías enseñado entre besos, en cualquier parte o cualquier momento.
Así tus labios sellaron tres o cuatro pactos con mi pecho: el de quererme, el de soñarme, el de no mentirme y el de tenerme.
Pero te fuiste.
Te fuiste como quien no deja atrás nada con importancia, como quien olvida y no se da media vuelta, no mira, sólo camina.
Es de noche, y leo Sabina, y aquí estoy recordándote.
Entre besos y versos de Judas, entre caricias desnudas, entre recuerdos mojados de lágrimas y sueños despiertos.
Es tiempo de rechazo, de dar la vuelta al calendario y escribir en cada mes lo mucho que te he echado de menos, para después lanzarlo al fuego, de vuelta a tu infierno.
El infierno que nos vio nacer y morir en un mismo vaivén de roce con sabor a despedida.
Es de noche y voy a arrancarme con fuerza y coraje las flechas fallidas de Cupido que no consiguieron dar en el punto de mira de un corazón roto.
Voy a beberme los ecos de tu voz para después vomitarlos sobre todas las canciones que me recuerdan a ti.
Voy a irme de aquí con lo puesto y sin tu ropa.
Te regalo mi silencio lleno de ruido.
Te deseo, con toda mi pena, alguien que te quiera.
Te deseo, a todo mi pesar, alguien que no te deje pasar.
Te deseo, con todo mi lamento, que consigas hacerme recuerdo.
Te lo digo, sin malas intenciones, porque ya te dije que si buscas que te quieran, aléjate de mí.