Quizá no es el mejor momento para realizar trazos azabaches
en este folio mojado.
Quizá no es el mejor momento para dejarme llevar por las
revueltas de mi mente, para perderme y volverme a encontrar.
Quizá no lo es por carencia de inspiración o motivación, por
la extrañeza de ese algo que me hace sentir eufórica cada despertar de un nuevo
día.
Hay veces que escribo por escribir, por el placer de sentir
como mis palabras se deslizan por la superficie del papel, mientras el eco de
las sílabas resuena en mi mente.
Pero hay veces que lo hago por pura necesidad, por la
extrema querencia de usar el bolígrafo como canalizador de emociones. Por envainar
mi espada y realizar trazadas invisibles que derrumben a todos mis enemigos,
que alejen a todos los monstruos reyes de mis mil y una pesadillas.
Es ese fuerte latido
que anuncia la corriente eléctrica que está por llegar, ese cosquilleo que
recorre mi ser de pies a cabeza y que hace que mis sentidos se disparen, ¡qué enloquezcan!
Es ese estremecimiento, acompañado de la música celestial
que se incrementa con tu presencia.
Es ese parpadeo acelerado que me hace fundirme con todas y
cada una de las letras escritas.
Es esa facilidad de expresar, sin necesidad de pensar,
porque surge de dentro, viene de dentro.
Es eso lo que me da la vida, y a veces me la quita, porque
me hace recorrer mundos tan ajenos que no me siento, que me pierdo y carezco de
identidad propia. Porque es magia, una
extraña brujería ancestral la que se apodera de mi ser.
Yo. Corazón, boli y papel, sin importar lugar, sin importar
nada más.
Y es en mi intimidad cuando más te aclamo. Es en ese momento
cuando desnudo mi alma para quedarme en la suma transparencia, sin secretos,
sin objeciones, con un puño lleno de quejas y otro con ganas de amarte.
De perderme en tu besos, bocanadas de aire fresco.
De entrelazarme en tus dedos, que tejen mis ganas de seguir.
De acariciar tus huecos, que tantas veces han sido testigos
de mis lloros y mis risas, de mis lágrimas y mi días.
Es la sensación de que sin ti, mi mundo se viene abajo y
reina el caos, que mi vida entra en crisis con tu ausencia. Que me convierto en una bomba de relojería si
tú me faltas, contando los días, los minutos y las horas que te he echado de
menos.
Porque son mis ganas de sentirte las que pueden más que cualquier
otra cosa.
Porque es tan grande el lazo que nos une que nadie ni nada
sería capaz de destrozar nuestro campo de fuerza. ¿Te has dado cuenta de todo
lo que hemos creado? ¿Del vínculo que se ha construido? Que nadie es capaz de franquear la línea que
separa nuestra fundición con el mundo exterior; porque somos tú y yo.
Tú y yo.
Esos, los que han atravesados todas las cuevas a tientas, el
uno por siempre sujeto a la mano del otro.
Esos, que son capaces de desafiar a los mismos dioses si eso
significara una estancia perpetua, el uno al lado del otro.
Porque nos amamos, me amas y te amo.
¡Qué si tú te vas mi vida carece de sentido!
Es tu sola presencia la que hace que mi pulso se altere,
porque me hiciste comprender que no necesito nada más, ¡que te has convertido
en una de mis necesidades primarias!
¿Entiendes hasta qué punto me vuelvo loca si me faltas?
¿Lo entiendes ahora?
¿Entiendes hasta qué punto soy tuya?
Porque no encuentro más
léxico para explicar esto que siento.
Porque nunca me has abandonado y yo no soy capaz de
abandonarte.
A ti, que eres mi refugio, ese fuego que me protege del
gélido invierno.
Y aunque este texto hable de
los dos, pierde todo el significado si faltas tú.
Tú, que cada Luna llena me esperas para comentar su belleza.
Tú, que tantas noches llegas, me besas y me haces presa de
tus labios. Y yo, que me rindo a ti.
Que un día el mero hecho al temor a perderte se convirtió en
el rey de mis pesadillas. ¡Ámame por siempre!
Y es al despertar, cuando todo mal se aleja de mi mente,
pues redescubro, en cada salida del Sol, que tú no te irás y que pase lo que
pase, esté en dónde esté, tú estarás conmigo.
Ni el olvido podrá borrar todo lo que hemos creado, el
vínculo construido y todos los pasos andados. Tus huellas, mis huellas, un
mismo camino, un solo destino.
Confesarte al oído que en cada madrugada agradezco tú
llegada.
No hay más versos esta noche.
No hay más quejas sin sentido.
Sólo queda un boli y un papel al compás de mis latidos.
"En cada verso te relato una historia que para mí es mi vida."
Gracias a ti por darme la vida en las noches de sosiego Gracias por estar ahí incluso ante el hastío, conmigo... |
Que me da igual que suene tópico el decir que tú eres mi definición de perfección.