jueves, 30 de julio de 2015

Seguiré soñando.

Hoy la confusión llama nuevamente a la ventana en su intento suicida de querer explotar tus recuerdos en mi cabeza.
No, no cesa. El reloj sigue haciendo tic tac en cada despertar, y yo sigo siendo la misma, sigo echando arena a las heridas para ver si el Tiempo decide hacerte volver. A ver si me quieres. Y me quiero. Y dejo de ser el desastre que la tormenta hizo de mí.
Y lo siento. Siento tu aliento en la ventana, desdibujando un corazón sin fecha ni flecha.
Flechas desviadas de Cupido que dieron sólo en mi diana, dejando tu punto vital intacto, latiendo, marcando el ritmo en cada golpe de pecho.
Me pierdo, me pierdo caminando hasta que me paro y siento.  Te siento.
Te siento andando en sentido contrario a mis besos, versos malditos que estallan con la luz de un nuevo día.
Y despierto, he vuelto a soñar contigo.
Sé que el camino es largo, que mis pasos van al ritmo de la música que hacen los ruidos de mi cabeza, que no todo son puertas abiertas y que hay mil piedras.
Así que, pese a que ahora, los sueños se conviertan en pesadillas cada vez que abro los ojos y me percato de que no te tengo, seguiré soñando.

martes, 28 de julio de 2015

Si buscas que te quieran, aléjate de mí.

Es de noche y suena Sabina, no hay excusa para no pensarte porque es de noche y suena Sabina.
Justo al escribir esto ha empezado a sonar la primera canción que escuché cuando dijiste adiós, a media voz. Cuando decidiste huir, correr y salvarte de esta habitación sin salida que es mi vida.
Sonreiste en un susurro casi inaudible a sabiendas de que yo ya entendía el idioma de la risa que me habías enseñado entre besos en cualquier parte o cualquier momento.
Así tus labios sellaron tres o cuatro pactos con mi pecho: el de quererme, el de soñarme, el de no mentirme y el de tenerme.
Pero te fuiste.
Te fuiste como quien no deja atrás nada con importancia, como quien olvida y no se da media vuelta, no mira, sólo camina.
Es de noche, y suena Sabina, y aquí estoy recordándote.
Entre besos y versos de Judas, entre caricias desnudas, entre recuerdos mojados de lágrimas y sueños despiertos.
Es tiempo de rechazo, de dar la vuelta al calendario y escribir en cada mes lo mucho que te he echado de menos, para después lanzarlo al fuego, de vuelta a tu infierno.
El infierno que nos vio nacer y morir en un mismo vaivén de roce con sabor a despedida.
Es de noche y voy a arrancarme con fuerza y coraje las flechas fallidas de Cupido que no consiguieron dar en el punto de mira de un corazón roto. 
Voy a beberme los ecos de tu voz para después vomitarlos sobre todas las canciones que me recuerdan a ti.
Voy a irme de aquí, con lo puesto y sin recordar tu rostro.
Te regalo ni silencio lleno de ruido.
Te deseo, con toda mi pena, alguien que te quiera.
Te deseo, a todo mi pesar, alguien que no te deje pasar.
Te deseo, con todo mi lamento, que consigas hacerme recuerdo.
Te lo digo, sin malas intenciones, porque ya te dije que si buscas que te quieran, aléjate de mí.

jueves, 16 de julio de 2015

¿Bailamos?

A veces el tiempo es el mejor bailarín de este baile enmascarado que llaman mundo. 
Un mundo repleto de vidas, de obras de las que yo, a veces no me siento protagonista.
Pero bailo, bailo y río, río y bailo. Voy danzando de mano en mano.
Hasta que me topo de bruces con él. Tiempo.
Tiempo que no perdona, que daña, que abandona, que aprisiona, que mete prisa.
Me pierdo en sus ojos color nostalgia para abandonarme a los momentos que forman parte de mi carga por decir "mañana será otro día", tiempo, tiempo que acorta vidas.
Le miro la boca, tiene unos labios que me miran, que me miran como si el "mañana será otro día" fuese una manera de decir "haz hoy aquello que si hicieses mañana te arrepentirías." 
Y yo le miro, le miro las mejillas y me doy cuenta de que el tiempo también las tiene manchadas de agua con sal. 
Y le miro la nariz, y me viene olor a pasado. Olor a luces, a fuegos artificiales, a café del día anterior, a arena, a manos que se entrelazan, a sonrisas que se apagan, a carcajadas que estallan. 
Y yo vuelvo a bailar, reír, reír y bailar.
La música cesa, los invitados se han ido. Dejo de bailar, dejo de reír. 
Comienzo a pensar. Y me doy cuenta de que el Tiempo se quita la máscara, que me invita a bailar con el tic tac de mil relojes rotos. Me doy cuenta de que si cierro los ojos puedo entender su lenguaje.
"Haz hoy todo aquello que mañana no podrás hacer por las prisas, por falta de risa, por pérdida de ganas, por peticiones de otras sonrisas. Haz hoy todo lo que mañana lamentarías, porque cobra importancia. Y la importancia deja heridas, que son cicatrices, y las cicatrices forman el atrezo de los cuerpos que actúan en este teatro que es la vida." 
Y ahora sé que quien comienza a bailar puede salir herido, pero que en el baile se ríe, se llora, se vive. Y que, por eso, bailar, siempre merece la pena. 

martes, 14 de julio de 2015

El desvelo se debe a pesadillas que regresan después de meses, como una tormenta de verano donde la lluvia son recuerdos.
He lanzado una carta embotellada al mar que dice "socorro" con destinatario tus brazos.
Cierro los ojos y te veo de espalda, paseando por aquel parque, pero yo no te sigo. Yo no me muevo. Sólo te miro mientras tú caminas, y te alejas, y no te veo, y me pierdo.
Todo se vuelve turbio y regresan más momentos: un beso en la barra de un bar, en una sala de espera, en un restaurante, en la calle, en el cine, en tu casa, en la mía.
De pronto me encuentro en la cima de algo que desconozco, un precipicio tal vez. Y pasan los días. Y caen las hojas de un árbol que acaba de aparecer.
Llega el invierno, nieva, todo se hiela también mi corazón convertido en témpano de hielo desde tu ida.
Camino sobre cristal, resbalo, vuelvo a tropezar. Te busco. No estás.
Vuelvo a la cima.
Las hojas comienzan a salir color tus ojos. Primavera. Dulce vida en primavera.
Y llega el verano, huele a mar, el sol me daña la vista. Pestañeo. Apareces. Vuelvo a pestañear. Te veo.
Despierto. No estás.
Vuelvo a dormir. Volvemos a empezar.
Cima.
Otoño. Invierno. Primavera. Verano.
Viviendo en estaciones sin ti, esperando el siguiente tren.

domingo, 12 de julio de 2015

Cuestión de desamor.

Después del incendio, o del naufragio, o de la guerra más bonita del mundo te preguntas cómo.
Cómo lograr dejar atrás un pasado que se conjuga en presente.
Cómo hacerlo, como obviar las cicatrices que no cicatrizan porque se abren con cada doloroso golpe de pecho.
Cómo luchar contra la adversidad de tres mil recuerdos.
Cómo ir a las estaciones donde sellastéis vuestra despedida con un beso.
Cómo hacerlo. Cómo caminar cerca de las vías si tu destino no es su voz ni su alma, ni sus manos.
Cómo continuar si la mochila pesa de vacío y un paso en falso significa caer por el precipicio.
Cómo olvidar si lo único que recuerdas es como su respiración rompía la noche y las estrellas os observaban, sí, ellas a vosotros porque vuestro amor brillaba con luz propia.
Cómo hacerlo, cómo seguir si su sonrisa formaba parte de tu porvenir.
Y vas paseando por el parque que tantas veces os vio cogeros la mano: Y aquel banco te recuerda un beso, y aquel árbol te recuerda un abrazo, y las palomas te traen la sensación de la libertad en sus brazos, te sientes volando y precipitándote a un pasado que nunca quedó atrás.
Cómo superarlo, cómo continuar si todo lo que ves tiene que ver con su mirar.
Cómo volver a alzar el vuelo, cómo dejar de recordar sin olvidar.

miércoles, 8 de julio de 2015

Querido corazón cobarde: 

Te escribo esta carta, en cursiva, para que entiendas qué es lo que quiero, a parte de ti.

Perdona mi letra desarreglada y despeinada como yo los domingos por la mañana cuando amanecía en los brazos de alguien que la noche anterior había llevado un pronombre posesivo.
Dicen que la ortografía de alguien cuenta mucho sobre esa persona. 
Fíjate en mis sinuosas s como las curvas que curvaban más nuestros cuerpos, hasta hacer un paisaje perfecto. 
Yo nunca quise esto. No quise que intentaras darme un romance perfecto. No quise que te sacrificaras por mí, que me dedicaras todo tu tiempo. 
No quise que soñaras conmigo dormido y despierto. No quise convertirme en tu tormento.
Un día alguien me llamó tormenta, y hoy llueve fuera.
Un día alguien me llamó huracán, y hoy arraso con todo.
No quiero que finjas, quiero que me quieras sin cómo, sin cuándo, sin cuánto, sin porqué... sobre todo sin porqués. 
Quiéreme porque me quieres querer, porque quieres quererme querer.
Quiéreme porque no quieres dejar de quererme. 
Quiéreme como se quiere lo que no se sabe si se está perdiendo o ya se ha perdido.
Quiéreme siempre así: fiel, real, cercano, efímero, constante, espontáneo, rutinario...
Quiéreme como se quiere cuando no se abandona pero no se tiene. 
Hazlo como si mañana fuese hoy y como si el ayer siguiera en nuestros días.
Hazlo como si no quisieras irte, como si la huida no te llamara cada noche. 
Quiéreme como lo hiciste la primera vez, y la segunda, y la tercera. 
Quiéreme como dejaste de hacerlo la cuarta, la quinta, y la sexta.
Vuelve a quererme una séptima, que es la última vida que me queda y quiero pasarla queriéndote mientras me quieres, y te quiero, y nos queremos. Y así lo hacemos, queriendo.



Me pasé media vida buscando algo que me llenase cada hueco del cuerpo. Algo que me produjese esa sensación que recorre de cabeza a pies, que no deja recodo sin mariposas bailarinas.
Y mientras, te ignoraba.
Probé 10 deportes distintos, algunos con pies, otros con manos, pero nunca me atreví a jugar en tu liga.
Empecé a tocar el violín, la guitarra, el piano, la flauta y la armónica, pero nunca se me ocurrió oir como sonaban tus cuerdas.
Me aficioné a la fotografía de monumentos, ciudades, cielos, montañas, pero nunca del paisaje que creaba tu sonrisa.
Luego me dio por las letras, leí  cientos de libros y disfruté de muchos autores, pero nunca se me ocurrió leer entre tus líneas.
Empecé a escribir, y nunca lo hice sobre tu espalda.
Bailé, pero nunca con tu cuerpo.
Viajé buscando esa motivación, esas ganas, Pero no fui al lugar que eras tú.
Lo hice todo sola.
Escribía sola cuando caía la noche y la Luna me alumbraba desde la ventana, me acaricié sola, reí sola, soñé sola, volé sola, creí y dejé de creer, sola. Todo sola.
Me tomé el café a media tarde los domingos sola.
Y cuando me di cuenta de que todos esos huecos estaban hechos a tu medida, ya fue demasiado tarde.
Y te quise sola, porque tú ya te habías ido.