sábado, 11 de enero de 2014

Sabor a adiós.

Déjame escribirte una carta donde exprese los intentos, los sentimientos, y los pasos que voy dando lejos de ti.
Siempre detesté mi inestabilidad, mi forma de dormir y despertar con decisiones opuestas y cacaos mentales que solo generan dolor de cabeza.
Las madrugadas con sabor a adiós están dando la bienvenida al año, otra vez.
En ningún momento pretendí hacerte daño, desde el principio intenté protegerte y buscar la manera de no herirte. Pondría mi corazón en mano y le clavaría mil estacas de maderas si eso me garantiza que tú no sufrieras. No busqué hacerte daño, pero en algún punto todo se torció y terminamos con el alma abierta en canal y todos los recuerdos desperdiciados por el suelo, pisoteados y malgastados de tantas andadas en vano. 
Nunca quise dejar cicatrices, y si lo hice deseo que algún día encuentres el bálsamo de otros labios, la cirugía de otras bocas y las medicinas de otros te quiero que curen esas feas marcas. 
Juro que he intentado todo para dejarte a un lado, olvidar el pasado y no imaginar un futuro a tu lado. Ignorar todas las promesas que quedaron despezadas con mi adiós, como los corazones que dejaron de latir. 
Recuerdo las veces que imaginé mil cuentos de hadas entre tus manos, e irnos muy lejos y perdernos entre las sábanas de tu cama. Pero un agujero negro nos tragó y nos quedamos con ganas de más. 
De más historias.
De más caricias.
De más besos.
De más caricias.
De más risas-
De más vida.
De menos miedo.
De menos te quieros sordos.
De menos intentos de amar.
De menos forzar.
De menos despedidas
De menos razones para decir adiós.
No soy capaz de darte las gracias por todos y cada uno de los días porque, quizá, aún no asimilo del todo mi partida.
A veces siento el peso del todo el daño que te causé, de las lágrimas que derramaste y de las veces que te resignaste a verme ir hacia otros brazos.
Pero ignore todas tus causas, tus consecuencias y tus "por favor, no te vayas."
Hay días que me olvido de las risas, del poco o mucho amor que nos demostramos y de las veces que nos volvimos locos con los latidos al unisono. 
Puede leerse entre mis líneas un sentimiendo de culpabilidad más grande que el Everest, y se notan más mis ganas de pedirte perdón que la luminosidad del Time Square.
Lamento mucho el tiempo que te hice perder.
Y no te diré que siento esto que está pasando, no te diré que me duele ni que soy un alma en pena vagando por las calles de la ciudad. Pero recalco que desde que nos fuímos, porque hemos sido los dos al fin y al cabo, han aumentado mis visitas al Reino de los Sin Corazones.
Me he pasado los días intentando buscar razones y escusas a lo que decidí y al chasquido con el que me alejé de ti.
Hace tiempo que dejamos de ser uno para ser dos: tú y yo.
Esta noche intentaré soñar con un último penúltimo nosotros.

"Él escribió tres puntos a la historia..."
"Ella borró dos."

Punto muerto.

Esta es la historia de una chica que se olvidó de vivir como vivían los demás.
Es la historia de una chica que disfruta de los pequeños placeres y se alejan de los universales.
Una chica despistada sin aires de grandeza y el corazón con capa de escarcha.
Alguien que no tiene claro cuanto ha ganado pero sí lo que perdió y no se arrepintió de dejar ir.
Es la historia de alguien que cree desear llevar una vida normal pero es quién es y no lo rectifica.
En su pecho, los latidos parecen frutos del olvido, y por corazón tiene una caja de recuerdos que le gusta ojear.
Trabajadora como ninguna, soñadora como la que más, y los sueños que persigue son los que le dan razón para seguir y sentir.
Rodeada siempre de gente, cuando nunca se ve llena, cuando siempre se siente sola pero no añora sus presencias.
Chica, quiero ayudarte pero tienes que ser tú quién decida primero. Partamos desde cero.


Dame respuestas para seguir buscando los porqués.

Pasan los días y sigo sin darme cuenta qué es esto que siento en el pecho. No es amor, no es odio, no es alegría ni tristeza, no es dolor ni felicidad, es todo y es nada: es vacío.
Es una sensación parecida a la de terminar un libro y saber que nunca lo podrás volver a leer sin saber que va después. 
Es una sensación semejante a... no es una sensación, no se siente, se vive.
Es un bucle infinito en el que he caído y no encuentro la forma de subir. 
Es el tunel de Alicia, plagado de objetos extraños.
Es una tienda de nostalgia, llena de recuerdos de otras vidas. Vidas que no son tuyas, vidas no vividas.
Es una constante carencia de emociones, de sorpresas.
Son las mil ganas de salir a comerme el mundo y sentir que es él quien me devora. 
¿Qué pasó? ¿En qué momento me he convertido en otro cuerpo sin alma? ¿En qué momento he amurallado el corazón de tal forma que para llegarme a él la forma más efectiva es mediante una daga de plata? 
¿En qué momento me convertí en quién soy? ¿En qué momento dejé de sentir que no echaba de menos a nadie, a nada? Afán de soledad e independencia. Querencia de pasar la vida entre libros y pergaminos.
Camarero, otro café aquí, que necesito ahogarme en recuerdos. 
Empápame de las veces que dije te quiero.
Sumérjeme en el calambrazo que sentía en el cuerpo.
Inyéctame en venas las mariposas que se escaparon por la boca, con tantas palabras que dije y debí escribir. 
Gólpeame bien fuerte para que reaccione, hazme caer y esnifar una buena dosis de dolor, que quiero aprender. 
Quiero historias, quiero anécdotas, quiero vida que no conseguiré permaneciendo detrás de una pantalla.
Me niego a buscar, me niego a forzar las cosas. Me cansé de intentar.
¿Cómo sé cual es el punto en el que debo seguir y en cual lo debo dejar ir? 
¿Cómo sé si es verdad que el que calla otorga y que la música habla por mí?
Dame respuestas para seguir buscando los porqués.