domingo, 25 de mayo de 2014

Famen, faminis.

Hambre.
Hambre de tu hambre.
Hambre de tus huecos, de tus besos, de tus pecas y del mapa de tus lunares en la piel.
Hambre de tus ojos, tu saliva, tus heridas, tus cicatrices y tu ser.
Hambre de tu sed, de tus palabras, de tu risa sin reír. De tu silencio, de tu ruido, del respirar de tu nariz.
Hambre de tus caderas, de tus muslos, rebañados en los besos que no te ofrecí.
De tus sombras, de tus rimas, de la vida que dices que te di.
Hambre del reloj, del mando, de los lienzos en blanco, de quimeras, de despedidas y reencuentros de novelas bizantinas. De tu aliento.
Hambre de Romanticismo, hambre de Barroco, de poesía, de mí.
Hambre de lírica, de prosa engañosa, de rosas y de sentir.
Hambre de expectativas, de mentiras, de realidad, de sueños y de rezar a mi ángel y demonio.
Hambre de música, de cuadros, de luces de neón y edificios edificados.
Hambre de vicios, de dolencias, de novatadas y querellas.
De botes llenos de abrazos envasados al vacío.
De calor y de frio, de mañanas de abril y madrugadas de verano.
Hambre de agua, de sol, de estrellas y del son de tu voz.
Notas rasgadas, caricias acompasadas, graves y agudos en un domingo sin fin.
Hambre de fortaleza y debilidad, de inmunidad y fragilidad, de seguridad e incertidumbre.
Hambre de intriga, de cordura y de locura. De calma y tempestad. De guerra y paz.
Hambre de gritos.
Hambre de miedos.
De cielo e infierno.
Hambre de vida, hambre de ti.

martes, 13 de mayo de 2014

Amor sincero.

Las cursilerías las dejamos para otro momento y escribir este poema corto fue una de ellas. 
Es especial, porque, realmente, fue el primero. Soy más aficionada a leer poesía que escribirla, lo mío es pura prosa. Pero conforme me voy iniciando en el mundo de los versos también me doy cuenta que, de alguna forma u otra, me llena. 
La temática de este poema estaba centrada sólo en ganar un concurso de San Valentín.
Nos os mentiré si os digo que las últimas no me salieron de dentro y solo fue algo autofingido y plasmado al papel. Quería ganar para sentir motivación, es triste. ¡Pero gané! 
Y aquí os dejo con: Amor sincero.

Ayer, mujer, tuve un accidente
con la curva de tu cintura.

Ayer, mujer, me hiciste perder
la cordura.

Ayer, mujer, me enredé en el
laberinto de tus cabellos.

Hoy, dulce cielo, veo tus ojos,
y me ahogo en ellos.

Mañana, quizá, sentiré el anhelo al no tener,
a mi lado, los labios que yo deseo.

Mañana, quizá, te ame un poco más
y te eche de menos.

Mañana, quizá, esté un poco más lejos.

Pero aún en la inmensidad,
me oirás gritar un te quiero sincero.

Pues es en la distancia cuando se sabe,

si un amor, es verdadero.

sábado, 10 de mayo de 2014

La Chica de los Ojos Tristes.

Eran las 3 de la mañana, pero ella se había desvelado y yacía apoyada en el marco de la ventana fumándose su quinto cigarrillo. 
-¿Qué haces aquí?-dijo su compañero de piso.
-Fumar, ¿no lo ves? Me desvelé.-mostró indiferencia y la cubrió entre humo.
-No mientas, sabes a lo que me refiero, mírame.
La chica se giró haciendo ondear su larga cabellera negra que caía, despeinada, en forma de cascada por la espalda. 
-¿Sabes? Me pregunto si algún día dejarás de tener esa mirada perdida, esos ojos tristes...
-Yo no estoy triste.-murmuró la joven, seguidamente se mordió el labio en gesto de frustración.
-No te mientas, mírate.- dijo el chico tendiéndole el móvil para que pudiera reflejarse en la pantalla. 
La chica se observó: las ojeras de las noches en vela, la preocupación latente en su tez blanca y sus labios dibujando una mueca de disgusto. Después, sonrió.
-Ves, sonrío, no estoy triste. 
-Sonreír no es sinónimo de felicidad, pequeña. Reír no significa que no estés llorando por dentro.
Ella arrojó el cigarro por la ventana a medio terminar. Jodida mezcla de sustancias que la mataban y le calmaban al mismo tiempo.
-¿Ese era el quinto cigarrillo?  Siempre lo dejas sin terminar.
La chica asintió. 
-¿Le echas de menos, verdad? A él, me refiero. Fue un día 5 cuando despareció de tu vida sin dejar rastro, ¿es eso? Me pregunto cuando te harás a la idea de que no volverá. Nunca. Y no deberías permitir que lo hiciese. Al fin y al cabo, sólo hizo destrozos en tu vida. Los huracanes no traen nada bueno.
-No, no lo entiendes, tú no sabes nada.
-¿Qué no lo entiendo? Siempre dices lo mismo, y entiendo más de lo que crees. Vas de dura y fuerte, y no me jodas, yo también sé aparentar. Pero tú a mí no me engañas, llevo ya demasiado tiempo a tu lado para que puedas intentar colarme ese estúpido cuento. Yo no soy como los demás. He visto como has ido edificando mil murallas a tu alrededor desde que llegó su ausencia. Has ido perdiendo tu brillo, y tu mirada verde está tornando a un gris que me apena. Eres tú la que no entiende nada, ni sabes apreciarte a ti misma ni valorar todo lo que tienes. 
La joven comenzó a analizar y a tragar todo lo que el chico había dicho. Había explotado.
-Tío, pírate, deja de hacerte el bueno y a intentar hacerme creer que me conoces mejor que yo misma. Odio que te creas un sabelotodo. 
-¿Pero qué diablos dices ahora? Perdona, Señorita tengomiedoaabrirelcorazonvayaquemelohaganpedazos. Estás tan perdida en tu mundo que no haces más que dejarnos , a todos los que hemos querido traerte de vuelta, de lado. Yo te soy sincero.
-Sigues sin entenderlo. Lo único que sé hacer es destruirme a mí misma y no me gustaría llevaros a todos por delante. Como un huracán.
Ella dio media vuelta, se alejó del marco de la ventana y cerró en un estruendoso portazo que provocó un eco con sabor a "adiós."
Ella sí, se había ido, pero sus palabras quedaron flotando en cada esquina de la habitación. 
Era 1 de mayo, una noche estrellada sin Luna, porque se había marchado. 
Él encendió su primer cigarrillo y cuando iba justo por la mitad, lo arrojó al vacío. 
Sabía que nunca podría terminarlo sin echar de menos a aquella chica que hoy se había ido, a la que ahora era  La Chica de los Ojos Tristes. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Pequeños frascos que recogen grandes verdades.

Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo así que, cuando me siento perdida, siempre acudo a pedirle consejo a la persona más anciana que conozco: mi abuelo. Ésta era una de esas ocasiones.
Mi abuelo es la persona que tiene la forma más curiosa de darme consejos, un día son refranes, al otro moralejas, acertijos o incluso palabras que me dejan pensando durante semanas. Así que decidí ir a su casa, ya sabéis, esa que huele a bizcochos recién hechos de la abuela y que siempre tiene flanes en la nevera. Y allí estaba él.
-Abuelo, vengo a pedirte consejo.-dije muy segura de mí misma.
Mi abuelo me miró y me hizo un gesto que indicaba que siguiese.
-Es que… desde hace un tiempo atrás parece que los días han dejado de tener sentido, las horas pasan sin más y no tengo esa energía por las mañanas de “hoy voy a comerme el mundo.” Todo parece más vacío. ¿Qué puedo hacer?
Mi abuelo guardó silencio durante unos segundos.
-¿Crees en la magia, jovencita?-dijo con una sonrisa medio dibujada en los labios.
-¿Qué? No. Tengo casi 17 años, eso son cosas de niños.
-Creo que no entiendes que es la magia, pequeña. No consiste en princesas que despiertan con un beso mágico, ni hadas madrinas que hacen tus deseos realidad. No tiene nada que ver con eso. La magia, jovencita, reside en los pequeños detalles que hacen la vida grande. Magia es la música, el florecer de una rosa, el arte, la cálida brisa de una mañana de verano, magia son las sonrisas de los niños que juegan en el parque. Magia es el amor. La vida está plagada de matices mágicos que no están a la vista de todo el mundo.
Yo quedé sorprendida, no esperaba una respuesta así.
-¿Y cómo se pueden apreciar esos detalles, abuelo?-pregunté sin estar del todo convencida.
-Buena pregunta-dijo esbozando una enorme sonrisa.- Hay que saber mirar más allá.
-¿Más allá? ¿Más allá de qué?-pregunté sin entender nada.
-Más allá de las palabras, de los hechos, de las situaciones. En la vida, van a pasar miles de cosas por delante de tus ojos, habrá días en los que te sientas en la cumbre de una montaña y otras en un pozo sin fondo. No todo es lo que piensas, ni lo que parece. Detrás de cada historia, hay otra. Aquí lo importante es ser tú, jovencita. Siempre digo que la esencia de cada persona es su propia cantidad de magia interna, y que cuando te dejas guiar por las opiniones de otros y dejas de ser quien realmente quieres, ese frasco se rompe en mil pedazos. La magia es la creatividad, es lo que sientes cuando haces algo que realmente te gusta. Y cada persona, tiene un concepto mágico diferente. Pero, al final, todo se reduce a una cosa. A la importancia de sentir todo lo que haces con el corazón. Aquí, justo aquí. –dijo señalándome el punto vital.- Tienes que poner todo cuanto eres en cada acción, jovencita. Eso es vivir.

-Sentir más allá…-murmuré en un susurro casi inaudible. Y así es como volví a creer en la magia.

(Este microrelato tiene muchísima importancia para mí, así que decidí escribirlo y presentarlo a un concurso del cual todavía no tengo noticias. No está basado en hechos reales, pero contiene pensamiento 100%. Sólo que a mí nadie me aconsejó.) 

lunes, 5 de mayo de 2014

Locus amoenus.

Era un paisaje idílico a mis ojos, repleto de contrastes entre vida y muerte, entre amargo y dulce.
Era un continuo florecer y marchitar.
Lleno de magia de confín a confín y con mil cosas que descubrir.
Los pies nunca se quedaban lo suficiente cerca del suelo, pero con los dedos no podías llegar al cielo.
Olía a café, a nuevas oportunidades, olía a verano y a gasolina.
Olía a rosas negras, a vivos claveles y a margaritas esperando ser deshojadas.
Olía a sangre sangrada en papel, en forma de tinta.
El corazón sonaba como si estuvieses masticando cristales, igual que en la canción de Marea, siempre la luna sabiendo a poco y por eso era que tres hacían explotar el firmamento. A cual más radiante.
Mitad día, mitad noche.
Mitad locura, mitad calma.
Mitad verdad, mitad mentira.
Mitad realidad, mitad expectativa.
Las casas estaban pintadas con mil garabatos sin sentidos que sólo eran entendidos por la mano del pintor y y un arcoiris daba brillo a una ciudad apretada en tráfico.
La montaña más alta, del bosque más oscuro, del lago más profundo y del amor más elevado, estaba coronada por un megáfono, construido de cristal, desde el que gritar sin callar. Al mundo, al único mundo.
Un mundo repleto de sueños y versos que mueren en la boca.
Un mundo con mil luces de neón, cubiertas de enredaderas.
Equilibrio desequilibrado.
Érase una vez, un lugar en mi mente.

                                           Beyond.