martes, 20 de octubre de 2015

Querer no siempre es poder.

Te fuiste lejos de mí y yo no te lo impedí.
Te fuiste lejos de mi lecho pero quizá es que te di cien motivos para hacerlo.
Era una madrugada de Septiembre cuando mi daga plata te atravesó el pecho, una sonrisa en la cara y mil dudas bailando entre los dedos.
Recuerdo que sonaba Eagles cuando mis labios, disfrazados de valientes, lucharon como cobardes en la guerra más bonita del mundo. Chisté mil palabras entre maldiciones una y otra vez después de rozar otra boca, como si pedirme perdón a mí misma fuera a aplacar el arrepentimiento que me estaba volviendo loca, más dura que una roca.
Cuando llegué a casa me sentí flotar, como si hubiera entregado más de la mitad de mi alma a cualquier persona que ya no estaba, que en mi vida no habitaba.
Recuerdo que avancé a ciegas entre el cuándo, el cómo, el cuánto y el por qué, aferrándome a la idea de que querer no siempre es poder. Porque yo, ángel caído del cielo, te quería querer.

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