martes, 29 de abril de 2014

Hoy si vengo a hablaros de mí.

Hoy, 29 de abril de 2014 hace justo un año que la conocí. 
La nostalgia se apodera de mi en cada línea que he trazado hoy escribiendo tu nombre. A estas horas hace 365 días estaría encaminada a Madrid, la ciudad de mi sueños. Y allí estaba ella, en alguna de sus calles. 
No tuve la oportunidad de perderme por las avenidas, ni siquiera de visitar los lugares mágicos, pero me encontré en sus brazos. 

Vengo a contaros la historia de como cumplí un sueño, con el corazón en la mano.
No sé que me rondaba la cabeza por aquel entonces, no sé como pude presentarme a un concurso que para mí, sería imposible de realizar aunque lo ganase. ¿Cómo diablos iba a preparar yo un viaje a la capital en 2 días, con 0 euros en la cartera y de ida y vuelta en el mismo día? Pero estaba hecho a mi medida, sentía que era para mí: "¿Por qué tienes que ser tú quién conozcas a Angy Fernández y no otra persona?" el tema del concurso parecía llevar mi nombre. Y como cada vez, desde aquel ya lejano 2007, dejé fluir las palabras.
Me atreví a contar por qué yo y no otra: Era fácil, lo necesitaba. 
Necesitaba encontrarme en sus brazos. 

Una de las cosas que más me han dicho cuando hablo de ella es que exagero, ¿qué pueden saber todos cuándo no han estado en mi piel? Yo era una chica ingenua, sensible y débil en el punto máximo. Las cosas de la infancia, las cosas de la edad, las cosas del querer. Que acabé destrozada y con mil lágrimas en la almohada. Mil sonrisas fingidas, pero sólo su voz era quién de verdad me hacía sonreír. He crecido con su música, he crecido con su forma de actuar, he crecido con sus entrevistas, he crecido con "si el mundo te falla, yo estaré aquí. He crecido con sus "hay que luchar al máximo por tus sueños", "no te rindas".
Ella fue quien me enseñó "Fly or Die", me enseñó a buscar un sentido a la vida, más allá del simplemente vivir. 
Ella no es la mejor persona del mundo. No tendrá la mejor filosofía. Ni la mejor personalidad. Ni la mejor mente. Quizá sea solo una más, pero mi mundo una vez giró con sus giros de voz en cualquier canción.
10.000 razones eran las que ella me daba para seguir, y mil compañías para tantas noches en vela. 

¿Quién diablos me iba a decir a mí que ganaría? ¿Quién diablos me iba a hacer creer que realmente mi nombre estaba debajo de un cartel con "ganadores"?

Podría intentar explicaros lo que sentí cuando vi, en la pantalla del ordenador, a última hora en clase que iba a desbordar el agua salada por fuera de mis ojos. No lo permití.
Podría intentar explicaros como me derrumbé en los brazos de mi madre cuando llegué a casa. 
Podría, pero no me salen las palabras.
Creeréis que lloraba de felicidad, no era solo eso. Era un sabor entre hiel y miel. Era impotencia. De haber ganado y saber que no podría asistir. 

Viernes por la tarde:
Nervios a flor de piel. Taller joven. Tarde ocupada. Emoción. Tristeza. No saber qué hacer.
Mañana del sábado: 
Buscar buses. No tener dinero. Dudas de si dejarme ir. Casi sacar los billetes.
Sábado por la tarde:
Buenas noticias. Consigo transporte. Mi cuñado me iba a llevar. Sigo sin dinero, tengo que pagar el viaje.
Domingo por la mañana:
Me proporcionan los 100 euros que me faltaban, soy feliz.

Es el momento de hacer mención especial (aunque no lo van a leer) a personas que permitieron mi sueño. Porque sin Paquito, mi cuñado, Ángel, su hermano, María y María José, mis hermanas, y por supuesto Conchi, mi madre. Esto no hubiese sido posible. 
El lunes con exámenes, y a las 11 y 15, partí para Madrid. 
El viaje se pasó en un abrir y cerrar de ojos, con los nervios a flor de piel. Cuando pisamos suelo madrileño no podía creer que realmente estuviésemos allí. Era demasiado irreal.
Cuando llegué a las oficinas de Sony Music, una hora antes, nos dieron indicaciones para ir mientras a un centro comercial. El tiempo de espera se hizo eterno. Pero aproveché para estar una hora rondando entre tiendas, incluso eso se veía diferente allí. 
Era casi la hora:
Volvimos a las oficina, y fueron llegando poco a poco todos los ganadores. Faltaba alguien.
Era la hora:
Ella no estaba. Y yo desesperada. Tenía el oscuro presentimiento de que no iba a venir. Los siguientes minutos fueron los más lentos de mi vida.
Ya habían pasado 10 minutos cuando la chica de recepción decidió llamarla.
Y 5 minutos más tarde, alguien dijo "ahí está. 

Todo lo siguiente sucedió a cámara lenta, muy lenta.

Las puertas automáticas se abrían. Una, subía las escaleras, y la otra. Y allí estaba ella.
Todos se levantaron, yo sentía que me temblaban las piernas y no lo hice. Mi mundo se había quedado parado en ese mismo instante, y me derrumbé. Comencé a llorar como nunca antes. Mi hermana me hizo reaccionar "¿no vas a ir a abrazarla?"
Cuando conseguí llegar y cruzar esos apenas metros que se hicieron kilómetros:
Me vio llorar, y lo primero que hizo fue abrazarme. Era lo que siempre había soñado, y era verdad, era tal y como siempre había creído que sería. No, no, era más aún. Era un sentimiento más fuerte que todo lo que había sentido nunca. Era algo que fue, y es, y tengo la certeza que será. 

No os he comentado que el concurso era para asistir a la escucha privada de su nuevo disco, todo un privilegio el poder comentarlo con ella. Yo iba con mi preguntas, de las cual solo formulé unas tres. En ningún momento me sentí incomoda, la perfección fue aquel momento. Aquellas casi dos horas que pasé a su lado. 

Lo peor fue el último abrazo, el último beso, y el verla yéndose a lo lejos. 
Lo mejor fue saber que es verdadero, que todo lo que siempre imaginé es real, incluso consiguió superar todas mis expectativas. 

Y así, es como volví al coche, y cerré los ojos escuchando sus canciones para entrar en un profundo sueño que no pudo superar la realidad que acababa de vivir. 






No guardo fotos nítidas de nuestro encuentro, pero las mejores perduran en mi memoria.
Puedo decir, con total seguridad: te quiero. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario