Y es que la mayoría de mis textos empiezan con este golpe de pecho, con este acelerón que mete mi pulso en esta carrera por el laberinto sin salida que es mi vida. La sensación de comezón que recorre las yemas de mis dedos, iniciando el descenso de los sentimiento hacia los versos. Y ahí voy, lo pienso, miento, no pienso, solo fluyo como la tinta por mi pluma. Me dejo, me abandono a la pasión del papel que arde como el hielo, me lanzo al infierno que comienzan a dibujar las letras de este baile enmascarado.
Resuenan palabras de un tiempo que fue mejor, le echo recuerdos al fuego para que arda como lo hacen mis alas, calcinadas entre un sin fin de momentos que hoy se reducen a la nada.
Espero, desde que te fuiste, por si algún día vuelves y no llevas llaves.
Llevo desde aquella madrugada con tu colonia guardada en mis muñecas como cuerdas que me atan a una realidad pasada.
Llevo desde aquella madrugada con todas las dudas colgando de las pestañas, con sabor salado, influyendo en la puta Luna que hay en tu mirada, como marea que sube, como marea que baja, como pasado que inunda las cuatro patas de mi cama.
Llevo desde aquella madrugada preguntándome por qué lo hiciste y por qué yo no dejo de hacerlo, por qué no dejo de girar esta ruleta rusa cargada de balas, que son sonrisas rotas.
Llevo desde aquella noche echando a suertes esto de dejar de quererte y siempre sale cara cuando yo elijo cruz. Porque tú, precioso caos, eres la cruz de mi vida, el martirio que me provoca el insomnio.
Las estaciones de tren están cansadas de oírme hablar de ti en cada parada cuando espero un billete en oferta con destino a tus brazos. ¡Sólo ida a tu pecho!, quiero gritar.
Si tú quisieras, iría a buscarte.
Si tú quisieras, dejaría de odiarte, dejaría de odiarme, dejaría de odiarnos.
Si tú quisieras, me arrancaría este amor, este dolor del pecho, fingiría que volvemos a aquella tarde de abril en la que nos conocimos.
Si tú quisieras, volvería a ser todo lo que he sido, volvería a aquel otoño y haría las mismas cosas pero del revés. Tropezaría otra vez.
Si tú quisieras, podría parar todas y cada una de las guerras clavando bandera blanca en tu corazón.
Si tú me dejaras, emigraría hasta tu hombro y haría de tu cuello mi mejor asentamiento.
Si tú pusieras a mi alcance cada sonido de tu reloj roto, yo me encargaría de clavar las manecillas en todos y cada uno de los recuerdos que hieren, que se clavan, que escuecen.
Si fuera todo tan fácil como querer, si eso significara poder, te juro que yo podría vencer todos los monstruos que se interponen entre mí y allí. Te juro que sabría quemar cualquier mala hierba inmortal, te juro que si fuese cuestión de querer, sabría quererte.
Te prometo hoy, hoy y siempre, que si fuese cuestión de saber, hacer, poder, y querer, yo aprendería a conjugar todos los bellos verbos acabados en "arte."
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