domingo, 5 de abril de 2015

Ha llegado Abril. Sí, al fin.
Ahora es el momento de dejarte ir.
He pensando que es necesario darle la vuelta al colchón porque creo que es hora de que pierda tu silueta. Voy a echar de menos (tanto) tenerte echado en mi cama mientras yo trazo versos muertos a mis folios. Y tú cierras los ojos, esperado que te lea cualquier cosa. Y tu respiración te delata. Y entonces me doy cuenta de que sigues en el mundo y de que quiero soñar contigo aún estando despierta.
Extrañaré esa manía tuya de colarte en mis pensamientos, de perderte tan dentro. De arrinconarme entre la espada y la pared sabiendo que la única arma que puede herirme es una de tus miradas. Joder. Qué diablos voy a hacer ahora que he decidido dejarte atrás.
Ahora que pienso que marcharte o marcharme es la mejor opción.
Ahora que sé que la madrugada nunca más tendrá tu sabor y que cada mañana no podré gritarle a tu recuerdo lo mucho que te echo de menos.
Suena patético, lo sé, hablar a tus cartas como si de alguna manera fuese hablarte a ti. Pero es que hoy hace la noche perfecta para olvidarte, olvidarme, olvidarnos.
Porque es Abril y él siempre golpea de frente, una única vez. La vez que es necesaria para hacerte ver que, a veces, huir a tiempo también es de valientes.

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