sábado, 10 de mayo de 2014

La Chica de los Ojos Tristes.

Eran las 3 de la mañana, pero ella se había desvelado y yacía apoyada en el marco de la ventana fumándose su quinto cigarrillo. 
-¿Qué haces aquí?-dijo su compañero de piso.
-Fumar, ¿no lo ves? Me desvelé.-mostró indiferencia y la cubrió entre humo.
-No mientas, sabes a lo que me refiero, mírame.
La chica se giró haciendo ondear su larga cabellera negra que caía, despeinada, en forma de cascada por la espalda. 
-¿Sabes? Me pregunto si algún día dejarás de tener esa mirada perdida, esos ojos tristes...
-Yo no estoy triste.-murmuró la joven, seguidamente se mordió el labio en gesto de frustración.
-No te mientas, mírate.- dijo el chico tendiéndole el móvil para que pudiera reflejarse en la pantalla. 
La chica se observó: las ojeras de las noches en vela, la preocupación latente en su tez blanca y sus labios dibujando una mueca de disgusto. Después, sonrió.
-Ves, sonrío, no estoy triste. 
-Sonreír no es sinónimo de felicidad, pequeña. Reír no significa que no estés llorando por dentro.
Ella arrojó el cigarro por la ventana a medio terminar. Jodida mezcla de sustancias que la mataban y le calmaban al mismo tiempo.
-¿Ese era el quinto cigarrillo?  Siempre lo dejas sin terminar.
La chica asintió. 
-¿Le echas de menos, verdad? A él, me refiero. Fue un día 5 cuando despareció de tu vida sin dejar rastro, ¿es eso? Me pregunto cuando te harás a la idea de que no volverá. Nunca. Y no deberías permitir que lo hiciese. Al fin y al cabo, sólo hizo destrozos en tu vida. Los huracanes no traen nada bueno.
-No, no lo entiendes, tú no sabes nada.
-¿Qué no lo entiendo? Siempre dices lo mismo, y entiendo más de lo que crees. Vas de dura y fuerte, y no me jodas, yo también sé aparentar. Pero tú a mí no me engañas, llevo ya demasiado tiempo a tu lado para que puedas intentar colarme ese estúpido cuento. Yo no soy como los demás. He visto como has ido edificando mil murallas a tu alrededor desde que llegó su ausencia. Has ido perdiendo tu brillo, y tu mirada verde está tornando a un gris que me apena. Eres tú la que no entiende nada, ni sabes apreciarte a ti misma ni valorar todo lo que tienes. 
La joven comenzó a analizar y a tragar todo lo que el chico había dicho. Había explotado.
-Tío, pírate, deja de hacerte el bueno y a intentar hacerme creer que me conoces mejor que yo misma. Odio que te creas un sabelotodo. 
-¿Pero qué diablos dices ahora? Perdona, Señorita tengomiedoaabrirelcorazonvayaquemelohaganpedazos. Estás tan perdida en tu mundo que no haces más que dejarnos , a todos los que hemos querido traerte de vuelta, de lado. Yo te soy sincero.
-Sigues sin entenderlo. Lo único que sé hacer es destruirme a mí misma y no me gustaría llevaros a todos por delante. Como un huracán.
Ella dio media vuelta, se alejó del marco de la ventana y cerró en un estruendoso portazo que provocó un eco con sabor a "adiós."
Ella sí, se había ido, pero sus palabras quedaron flotando en cada esquina de la habitación. 
Era 1 de mayo, una noche estrellada sin Luna, porque se había marchado. 
Él encendió su primer cigarrillo y cuando iba justo por la mitad, lo arrojó al vacío. 
Sabía que nunca podría terminarlo sin echar de menos a aquella chica que hoy se había ido, a la que ahora era  La Chica de los Ojos Tristes. 

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