miércoles, 7 de mayo de 2014

Pequeños frascos que recogen grandes verdades.

Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo así que, cuando me siento perdida, siempre acudo a pedirle consejo a la persona más anciana que conozco: mi abuelo. Ésta era una de esas ocasiones.
Mi abuelo es la persona que tiene la forma más curiosa de darme consejos, un día son refranes, al otro moralejas, acertijos o incluso palabras que me dejan pensando durante semanas. Así que decidí ir a su casa, ya sabéis, esa que huele a bizcochos recién hechos de la abuela y que siempre tiene flanes en la nevera. Y allí estaba él.
-Abuelo, vengo a pedirte consejo.-dije muy segura de mí misma.
Mi abuelo me miró y me hizo un gesto que indicaba que siguiese.
-Es que… desde hace un tiempo atrás parece que los días han dejado de tener sentido, las horas pasan sin más y no tengo esa energía por las mañanas de “hoy voy a comerme el mundo.” Todo parece más vacío. ¿Qué puedo hacer?
Mi abuelo guardó silencio durante unos segundos.
-¿Crees en la magia, jovencita?-dijo con una sonrisa medio dibujada en los labios.
-¿Qué? No. Tengo casi 17 años, eso son cosas de niños.
-Creo que no entiendes que es la magia, pequeña. No consiste en princesas que despiertan con un beso mágico, ni hadas madrinas que hacen tus deseos realidad. No tiene nada que ver con eso. La magia, jovencita, reside en los pequeños detalles que hacen la vida grande. Magia es la música, el florecer de una rosa, el arte, la cálida brisa de una mañana de verano, magia son las sonrisas de los niños que juegan en el parque. Magia es el amor. La vida está plagada de matices mágicos que no están a la vista de todo el mundo.
Yo quedé sorprendida, no esperaba una respuesta así.
-¿Y cómo se pueden apreciar esos detalles, abuelo?-pregunté sin estar del todo convencida.
-Buena pregunta-dijo esbozando una enorme sonrisa.- Hay que saber mirar más allá.
-¿Más allá? ¿Más allá de qué?-pregunté sin entender nada.
-Más allá de las palabras, de los hechos, de las situaciones. En la vida, van a pasar miles de cosas por delante de tus ojos, habrá días en los que te sientas en la cumbre de una montaña y otras en un pozo sin fondo. No todo es lo que piensas, ni lo que parece. Detrás de cada historia, hay otra. Aquí lo importante es ser tú, jovencita. Siempre digo que la esencia de cada persona es su propia cantidad de magia interna, y que cuando te dejas guiar por las opiniones de otros y dejas de ser quien realmente quieres, ese frasco se rompe en mil pedazos. La magia es la creatividad, es lo que sientes cuando haces algo que realmente te gusta. Y cada persona, tiene un concepto mágico diferente. Pero, al final, todo se reduce a una cosa. A la importancia de sentir todo lo que haces con el corazón. Aquí, justo aquí. –dijo señalándome el punto vital.- Tienes que poner todo cuanto eres en cada acción, jovencita. Eso es vivir.

-Sentir más allá…-murmuré en un susurro casi inaudible. Y así es como volví a creer en la magia.

(Este microrelato tiene muchísima importancia para mí, así que decidí escribirlo y presentarlo a un concurso del cual todavía no tengo noticias. No está basado en hechos reales, pero contiene pensamiento 100%. Sólo que a mí nadie me aconsejó.) 

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