Dicen que más sabe el diablo
por viejo que por diablo así que, cuando me siento perdida, siempre acudo a
pedirle consejo a la persona más anciana que conozco: mi abuelo. Ésta era una
de esas ocasiones.
Mi abuelo es la persona que
tiene la forma más curiosa de darme consejos, un día son refranes, al otro
moralejas, acertijos o incluso palabras que me dejan pensando durante semanas.
Así que decidí ir a su casa, ya sabéis, esa que huele a bizcochos recién hechos
de la abuela y que siempre tiene flanes en la nevera. Y allí estaba él.
-Abuelo, vengo a pedirte
consejo.-dije muy segura de mí misma.
Mi abuelo me miró y me hizo
un gesto que indicaba que siguiese.
-Es que… desde hace un
tiempo atrás parece que los días han dejado de tener sentido, las horas pasan
sin más y no tengo esa energía por las mañanas de “hoy voy a comerme el mundo.”
Todo parece más vacío. ¿Qué puedo hacer?
Mi abuelo guardó silencio
durante unos segundos.
-¿Crees en la magia,
jovencita?-dijo con una sonrisa medio dibujada en los labios.
-¿Qué? No. Tengo casi 17
años, eso son cosas de niños.
-Creo que no entiendes que
es la magia, pequeña. No consiste en princesas que despiertan con un beso
mágico, ni hadas madrinas que hacen tus deseos realidad. No tiene nada que ver
con eso. La magia, jovencita, reside en los pequeños detalles que hacen la vida
grande. Magia es la música, el florecer de una rosa, el arte, la cálida brisa
de una mañana de verano, magia son las sonrisas de los niños que juegan en el
parque. Magia es el amor. La vida está plagada de matices mágicos que no están
a la vista de todo el mundo.
Yo quedé sorprendida, no
esperaba una respuesta así.
-¿Y cómo se pueden apreciar
esos detalles, abuelo?-pregunté sin estar del todo convencida.
-Buena pregunta-dijo
esbozando una enorme sonrisa.- Hay que saber mirar más allá.
-¿Más allá? ¿Más allá de
qué?-pregunté sin entender nada.
-Más allá de las palabras,
de los hechos, de las situaciones. En la vida, van a pasar miles de cosas por
delante de tus ojos, habrá días en los que te sientas en la cumbre de una
montaña y otras en un pozo sin fondo. No todo es lo que piensas, ni lo que
parece. Detrás de cada historia, hay otra. Aquí lo importante es ser tú,
jovencita. Siempre digo que la esencia de cada persona es su propia cantidad de
magia interna, y que cuando te dejas guiar por las opiniones de otros y dejas
de ser quien realmente quieres, ese frasco se rompe en mil pedazos. La magia es
la creatividad, es lo que sientes cuando haces algo que realmente te gusta. Y
cada persona, tiene un concepto mágico diferente. Pero, al final, todo se
reduce a una cosa. A la importancia de sentir todo lo que haces con el corazón.
Aquí, justo aquí. –dijo señalándome el punto vital.- Tienes que poner todo cuanto
eres en cada acción, jovencita. Eso es vivir.
-Sentir más allá…-murmuré en
un susurro casi inaudible. Y así es como volví a creer en la magia.
(Este microrelato tiene muchísima importancia para mí, así que decidí escribirlo y presentarlo a un concurso del cual todavía no tengo noticias. No está basado en hechos reales, pero contiene pensamiento 100%. Sólo que a mí nadie me aconsejó.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario