martes, 14 de julio de 2015

El desvelo se debe a pesadillas que regresan después de meses, como una tormenta de verano donde la lluvia son recuerdos.
He lanzado una carta embotellada al mar que dice "socorro" con destinatario tus brazos.
Cierro los ojos y te veo de espalda, paseando por aquel parque, pero yo no te sigo. Yo no me muevo. Sólo te miro mientras tú caminas, y te alejas, y no te veo, y me pierdo.
Todo se vuelve turbio y regresan más momentos: un beso en la barra de un bar, en una sala de espera, en un restaurante, en la calle, en el cine, en tu casa, en la mía.
De pronto me encuentro en la cima de algo que desconozco, un precipicio tal vez. Y pasan los días. Y caen las hojas de un árbol que acaba de aparecer.
Llega el invierno, nieva, todo se hiela también mi corazón convertido en témpano de hielo desde tu ida.
Camino sobre cristal, resbalo, vuelvo a tropezar. Te busco. No estás.
Vuelvo a la cima.
Las hojas comienzan a salir color tus ojos. Primavera. Dulce vida en primavera.
Y llega el verano, huele a mar, el sol me daña la vista. Pestañeo. Apareces. Vuelvo a pestañear. Te veo.
Despierto. No estás.
Vuelvo a dormir. Volvemos a empezar.
Cima.
Otoño. Invierno. Primavera. Verano.
Viviendo en estaciones sin ti, esperando el siguiente tren.

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