domingo, 30 de agosto de 2015

Evaluaciones.

Septiembre está a la vuelta de la esquina y ya me estoy muriendo por escribirle la carta de bienvenida. 
Se me está atragantando en el pecho las ganas de recibirle con los brazos abiertos, temblorosos pero listos para recibirle en un cálido abrazo.
El verano está dando pasos alejándose de mi lado, perdiéndose como cada año en ese mar de recuerdos y de dudas. Él se aleja pero yo permanezco.
Cuando llegan estas fechas en mi cabeza comienzan a estallar tres mil quinientas preguntas. 
(Es lo que tienen los inicios de año, que dan miedo y tiemblo)
Acabo de ver una película en la que decía "cuanto más sabemos de nosotros y más claro tenemos lo que queremos hacer, menos nos afectan las cosas."
Y sí, estoy de acuerdo, hace tiempo que me alejé del veneno que me inyectaba el qué dirán, las críticas que no construían nada y las falsas apariencias. Hace tiempo que eso no me perjudica.
Hoy no estoy escribiendo como quien lo hace para llegar al corazón de nadie. 
Hoy mis letras son solo pensamientos que se cuelan en mi mente mientras la cafeína está en mis venas y el sonido en mis orejas.
Hace días que soy incapaz de conciliar el sueño antes del amanecer, antes de saber que llega un nuevo día y que realmente no estoy estancada en ningún pasado.
Porque no es así, creo en el equilibrio, en la evolución constante, en el aprendizaje que me hace ir más allá de cualquier meta u objetivo.
Pero mi entorno está lleno de ruido, ruido que no cesa de sonar, que no deja ningún hueco para que se cuele el silencio. A veces, esto parece un infierno. 
El año pasado cuando hablaba de infierno mi mente decía que con demonios adecuados el averno podía ser un lugar interesante. Ahora pienso que toda compañía es momentánea y que realmente los lugares se tienen que valorar en soledad.
Las personas nos distorsionan las ideas, son fuentes de influencia por naturaleza y nos trastornan los planes. 
Lo que hoy vengo a decir con este escrito es que cualquier evaluación hay que hacerla de noche, en soledad y con un café en la mano. Por eso, últimamente, todas mis noches son en vela.

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