sábado, 22 de agosto de 2015

Otra vez...

Otra vez ha vuelto a llamar a mi ventana, de madrugada, este fantasma tan conocido llamado vacío.
Ha llegado sin ser nombrado, calmando cualquier posible inicio de sentimiento o tormenta.
Ha vuelto como vuelven las estaciones, por inercia, como si realmente estuviese el camino destinado a acabar en ti. En ti, en nada, en inmensidad.
Como si la única manera realmente fuera esa, como si el lugar de retorno siempre fuese un pecho hueco, sin sentido ni latido.
Y contigo, con tu regreso, viene de la mano la ignorancia.
La parsimonia de dar cualquier nuevo paso.
Es como si el viento siempre soplase en dirección contraria y yo ya no fuese capaz de luchar contracorriente.
Como si me faltaran las ganas y las fuerzas de intentarlo una última vez, y me dejase arrastrar por el cauce de un río que no desemboca en ninguna boca.
Soy mi propio destinatario y remitente, y pienso que nunca voy a poder a leerme.
Por eso escribo.
Por eso me escribo mil cartas.
Para no leerlas nunca.
Para dejar todo esto atrás.
Para llenar el baúl de este vacío, y vaciar la mochila para llenarla de algo, y que ese algo sean sólo mis propias ruinas.
Si vuelves a mi vida, no puedo asegurarte una habitación de lujo, no puedo asegurarte un trayecto calmado, ni que vaya a ir de tu mano.
No puedes esperar que te reciba con los brazos abiertos, ni con chocolate caliente en invierno.
Si vuelves a mi vida, tal vez, no te quiera ni pueda quererte.
Si vuelves a mi vida, tal vez, no halles salida.
Pero te diré que en la puerta del fondo a la izquierda hay un botiquín de urgencias en caso de heridas, prometo dejarte hilos de alambre para los puntos de sutura o locura.

-@RoxCookies-

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