sábado, 8 de agosto de 2015

Sobre todo.

Tengo miedo de tenerte.
Tengo miedo de tenerte y de que te me escapes de las manos cual mariposa cogida al vuelo, de matarte al quitarte todos los polvos mágicos que me debes.
Tengo miedo de tenerte y de que pases por el cielo de mi boca cual estrella fugaz en una noche de agosto, fugitiva, huyendo, abrazándose a la huida. 
Tengo miedo de todo esto, de acercarme cada vez más a tu pecho, de dejar mi olor en tu cuerpo, de dejar de soñar contigo despierta y empezar a hacerlo dormida.
Tengo miedo de tenerte y de dejar de tenerme por no querer olvidarte. De dejar de dibujarte con los pinceles que hay en mis dedos. De dejar de recorrer tu silueta en Verano, Otoño, Invierno o Primavera. Sobre todo en Primavera.
Espera.
Tengo miedo.
Miedo de dejarte, de irme, de que te vayas, o de que te quedes, sobre todo de que te quedes y que la palabra adiós me atormente cada noche, con golpes inciertos de pecho, con versos muertos o malditos que matan, con balas de pistolas cargadas en manos inapropiadas, es decir, las mías.
Tengo miedo, miedo de tenerte tan lejos, tan cerca, sobre todo tan cerca, tanto que el aire no corra y eso me de miedo, que me ahogue, que me asfixie buscando una salida, una orilla, un salvavidas al que sujetarme en este naufragio.
Tengo miedo de que este amor de dos sea amor de uno, uno que se enamora y otro que se desploma.
Miedo de que la vela se derrita, pero más de que se apague estando intacta. Sobre todo de que se apague y no queden restos del incendio. 
Tengo miedo de tus sueños, de mis sueños, sobre todo de mis sueños si estos son lejos de tu pensamiento, de tu voz, de tu rostro, de tus te quieros, sobre todo de tus te quieros.
Tengo miedo de querer alejarme de ellos, de que se me atornille en la garganta aún más esas palabras y deje de hablar, y no pueda leer, y me sujete también al vicio de callar y otorgar. 
Miedo de que me divierta todo esto, sobre todo todo esto, y con esto, me refiero al olvido, al silencio sin ruido, a la caricia sin beso, al paseo sin compañía, a la sonrisa sin motivo, al asesinato con testigos.
Pero sobre todo, tengo miedo de acostumbrarme al vaivén de la tormenta, a jugar al escondite con la lluvia y que no me encuentre. A quedarme inerte. 

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