miércoles, 26 de agosto de 2015

Me da miedo la permanencia.
Me da miedo que sigas siendo una sombra del pasado que se cuela por debajo de la puerta de mi cuarto cada noche.
Temo que vuelva la brisa de otoño y me recuerde al roce de tu piel durante aquel verano que hoy parece tan lejano. 
Temo que se vuelvan a caer las hojas y que en el crepitar del fuego recuerde como tus ojos me miraban cuando te decidiste marchar.
Temo verte. Por supuesto que temo verte.
Temo porque el pecho retumba en ecos que se parecen a tu nombre. Y eso me aterra. Me asusta adivinar cuál es la canción que hoy se atreve a cantar. Porque en el fondo lo sé, sé que tiene que ver con tu voz, sé que reconozco ese son, ese compás, sé que me terminará por matar.
Lo sé, todo esto lo sé.
Me conozco de memoria las líneas de tus manos, y de tus cartas, las curvas de la carretera destino a tu pecho y las de tu cuerpo.
Sé cómo te gusta el café, que prefieres las duchas frías, que tiraste mis recuerdos al desagüe y que aún no te has atrevido a deshacerte de mis letras, a quemar mis versos.
El tiempo se está acabando y la distancia cada vez es más grande.
El reloj ha dejado de hacer tic tac, lo sé, no suena, no hay más "qué tal" no existe ni cuándo, ni dónde, ni por qué, ni aquí, ni ahora ni nunca más.
No queda nada de ese viento con sabor a pasado.
Esta vez es verdad.
Esta vez no hay más.
Está vez es cierto, ha terminado, ha cesado, se ha acabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario