jueves, 10 de septiembre de 2015

Por si vuelves.

Era viernes. 
Lo recuerdo como si fuera ayer. 
Era viernes y tú y yo contemplábamos esta misma puesta de sol. 
Teníamos las manos entrelazadas y el pecho revuelto mientras la noche iba cayendo y las estrellas nos arropaban con su manto. 
Recuerdo que me miraste y dijiste que tu forma favorita de ver la Luna era reflejada en mis ojos. 
Recuerdo que yo sentía. Que sentía como en aquel tiempo creía que no lo hacía 
Por entonces yo no bailaba en las manos de nadie, era un pájaro volando lejos de las letras de cualquiera y alejándome de cualquier corazón por miedo a confundirlo con un nido y convertirlo en refugio. 
Era viernes. 
Tú y yo paseábamos bailando con el sonido de una orquesta de grillos y el viento que ululaba meneando nuestros cabellos. 
Era una noche digna de recordar cada vez que la Soledad llamaba a nuestra puerta, una noche para hacerla eternamente presa de un pasado que nunca pasa. 
Recuerdo que me miraste y comenzaste a contarme en braille historias de cuando eras pequeño y te ibas a la capital con tus padres. También me decías todo lo que me habías echado de menos durante este tiempo. 
Yo te miraba como si no fueras de este mundo, como si se tratase de la imagen de un ángel que habían expulsado del cielo para encontrase conmigo en este sendero. Como si fueras un caído en la batalla de la guerra más bonita del mundo y yo fuese quien te tiende la mano. 
Me fijaba en como se te agitaba el cuerpo cada vez que suspirabas, como te acariciabas el mentón cuando pensabas y no me mirabas. Cuando te perdías en el horizonte y tus ojos se tornaban de color nostalgia, mientras tu mente navegaba entre oleajes que anunciaban el naufragio. 
Entonces, en aquellos momentos, yo me enfundaba el papel de valiente y te besaba con labios cobardes que temían entregarse. 
De pronto todo parecía congelarse. Sentía tus músculos tensándose como si tu instinto te avisara de que sentirme era un peligro, como si tuvieras miedo de volver a ser soldado e intentar reconstruir tu mundo. Lo hacías como si tuvieses miedo a lo desconocido y yo no fuera más que una sombra en un baile enmascarado. 
Yo te besaba sin ser consciente de que los besos dejan heridas de bala entre las comisuras de la boca y que tú tenías mil cicatrices ajenas a la vista. 
Después te entregabas y recordabas a Neruda cuando con voz temblorosa me decías "quiero besarte tantas veces bajo este cielo infinito..."
Pero que ya lo dijo Shakespeare que los besos no son contratos y yo no podía esperar que te hicieras turista perpetúo de mi desastre de vida. 
Confieso que siempre tuve miedo de ser un pájaro pues sabía que, tarde o temprano, habría que abandonar el nido.

Hoy es viernes. 
Y esta puesta de Sol es igual de bonita que la última vez que me sentí morir de amor. Con la única diferencia de que esta vez tú no estás, y el amor fue sustituido por dolor.

No sé qué será hoy de tu vida pero yo, de vez en cuando, sigo visitando el sitio de siempre, por si vuelves y me quieres. 



Pd: Te dije que nunca, nunca, nunca te olvidaría. Y yo, siempre cumplo mis promesas. 


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