martes, 1 de septiembre de 2015

Y fuiste tú.
Sólo sólo tú.




Hubo un día en el que llegaste
y con cuidado quebraste 
cualquier manual o guía
en caso de herida.

Viniste derrotado a caer en mis brazos
esperando un abrazo en noches de desvelo. 

Lo hiciste como mariposa
que se posa en una flor marchita.
Esperando que de las ruinas
saliesen brotes verdes.

Viniste como alma rebelde
ocasionando destrozos con tu corazón hecho trozos.

Te dije que a mi no me mirases,
que yo no estaba dispuestas a darte
nada de lo que pedías, 
ni a ser tu noche ni tu día.

Que yo hacía tiempo que no era la luna de nadie, 
y que no quería ocasionar más problemas en tu vida.

No pudiste quedarte quieto, 
volver sobre tus pasos, 
dejar mi pelo,
olvidar mi silencio.

No pudiste dar media vuelta, 
regresar camino a casa,
olvidarme a mí descalza 
bailando bailes sin música. 

Abandonar los latidos en andenes,
seguir cogiendo trenes
que te dejen cerca de cuerpos 
dispuestos a retenerte. 

Lo siento, no era mi intención 
escribirte poemas entre sudor y colchón.
Nunca quise que te dejaras crecer la desesperanza,
Que abandonaras tu suerte a los versos,
dejar de darte besos.

Nunca fui consiente 
de que te estabas quedando inerte
viviendo una vida de cuerdos
que avecinaba la muerte
con graznidos de cuervos. 

Juro que no quise 
lanzarte hacia el olvido
enfundar armas
dejarte cicatrices
callarte todos los sonidos.

Perdón por ser calma cuando tú pides marea alta.
Perdón por ser silencio cuando tú reclamas ruido.
Perdón por ser mordaza cuando tú quieres auxilio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario