martes, 5 de agosto de 2014

Again.

A veces siento que todo esto está mal, que no es el camino que debo seguir.
Que estoy errando por querer ser de hierro.
Y la cuestión es que no sé cómo hallar la solución a esta puta incógnita, es decir, tú (o yo, no lo tengo muy claro).
Cuanto te dije que debía marcharme, lo dije en serio.
Tú no eres, es decir, no te mereces todo el daño infligido por mi daga -o por mi boca que viene a doler lo mismo que el adiós.-
No he sido para ti lo que tenía que ser y en cambio tú dices que era todo lo que deseabas tener. ¿Me tenías? ¿Fui tuya alguna vez? ¿O sigo siendo pájaro solitario en manos del aire?
Yo sigo aquí, sin saber qué diablos hacer... una vez más. Nuevamente pérdida.
Cuando te fuiste, joder, cuando te fuiste te culpé por haberme abandonado ¡Siendo yo la que te echaba constantemente! No me malinterpretes...solo intentaba alejarte de la muerte.
Soy una desagradecida, una niñata que se aburre de personas como quien tira un juguete roto.
Y tú sigues con tu estúpido "estoy aquí" y yo no sé si tú sabes que también lo estoy y que no puedo irme, porque querer es poder, y me he dado cuenta de que yo no quiero.
A veces, te echo de menos y no disfruto de ese minuto en el que me doy cuenta de tu ausencia...
A veces, recuerdo que quise besarte una última vez más, pero que no debía y me alegro de no haberlo hecho.
Yo lo sabia. Sabía que desde ese momento todo iba a cambiar.
Todo, absolutamente todo.
Y es que no puedo, joder, no puedo contigo porque eres el punto flaco de mi coraza y me llegas al alma por ese huequito.
Cuando tú dices que no puedes y cualquier lágrimas derramas...mi mundo se para, se para, maldita sea. Deja de girar y sólo puedo verte a ti, con esos ojos color primavera, mientras me miras y toda la culpabilidad cae encima mía como un jarro de agua fría. Tan fría que hasta parece quemar.
Nunca he pretendido cambiar nada con lo que escribo, porque no hay nada que dicte que no haya dicho ya, que no te haya dicho.
Hoy me apetece darme un capricho, y no negarme el placer de decirte que te quiero, aunque no lo vas a escuchar de mis labios.
Así que deja que te hablen mis manos, manchadas de tinta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario