Estaban dispuestos a todo. A cortarse, a herirse, a desangrarse si eso era necesario.
Se cosieron mutuamente con hilos de ternura.
Mezclaban pasión y dolor, calor y frío, eran sol y luna, calma y tempestad.
Y al final, acabó la noche, llegó el día y los dos supervivientes acabaron latiendo el uno por el otro y ¿cómo no?, se enamoraron.
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