miércoles, 10 de septiembre de 2014

I loved us.

Siempre he sido chica de blanco o negro, donde el gris solo sirve para nublar el cielo.
Siempre he dicho que yo nunca me arrepiento, porque el arrepentimiento es el intento fallido de eludir toda la responsabilidad que provocaron nuestros propios actos.
Siempre digo que lamentarse, sólo es una forma de dar pasos hacia atrás y como alguien me dijo una vez, eso es sólo una manera kamikaze de destrucción. 
Pero es que el amor, nos hace masoquistas, nos lanza a una autopista que no nos lleva a ninguna bella ciudad, ni siquiera a París. 
Siempre he pensado que nunca querría dar marcha atrás al tiempo para cambiar alguna decisión o girar en la dirección contraria.
Pero entonces, cuando creía que todo estaba bajo control y que yo era la que tenía el volante, me di cuenta de que el calendario había comenzado a avanzar por avanzar y no había recuerdos anotados con cruces, recuerdos contigo, mi querida cruz.
Al fin y al cabo, contigo, siempre me mantuve en una encrucijada perpetua donde lo más coherente era volver sobre mis pasos. Pero no, pero sabía que era un fallo. Y prefería callar, pararme, y esperar a que el viento me empujase bien lejos.
Lo malo, es que no fue una simple brisa, sino...un huracán.
Un huracán que me arrebató las ganas de dejarme arrastrar.
Un huracán que rompió todos mis esquemas.
He hizo que comenzara a plantearme el hecho de arrepentirme y pedirme perdón.
Perdón por haber fallado al ideal que siempre tuve de mí.
Así que hoy, me gustaría decirte, si llegas a escucharme, allá donde estés que han caído una cuantas lágrimas por mis mejillas, y que se precipitaron mis dudas por los acantilados de mis clavículas preguntándome por qué huí o por qué te dejé ir. 
Y que sí, que nos quise. Aunque siempre lo niego...nos quería, juntos.

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