martes, 1 de julio de 2014

Eran las 4 de la mañana, las 4 no las 3 ni las 2, sino las 4 y ella volvía a estar apoyada en el marco de la ventana, como cada madrugada de ese solitario y perpetuo invierno, sólo que esta vez era verano.
Miraba distraída desde un quinto piso en una retirada calle de Madrid, observaba las estrellas e intentaba adivinar que había tras de ellas. Pero aquella catarata ocultaba sus pensamientos.
No, no llovía.
No, no lloraba,
Quizá si os digo "La Chica de los Ojos Tristes", lo entenderíais todo.

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