martes, 8 de julio de 2014

Y así fue...

Cada una de las torres de la ciudad podían contemplarse desde aquel lugar apartado del mundo. 
Y estaba él, con ella.
Y estaba ella, con él.

El cielo se teñía de un naranja rosado mientras las horas transcurrían a su lado.
Y cuando ella miraba hacía delante el aprovechaba para observar cada una de las arrugas de su ceño fruncido y bajaba hasta su nariz...hasta que se perdía en sus labios.
Entonces sentía como se aproximaban, y sus respiraciones sonaban a quemarropa, hasta que se fundían en un beso con la suavidad propia del algodón. Y la acariciaba, la mordía, besaba sus clavículas, sus costillas, sintiendo sus huecos, sus curvas, saboreando sus comisuras...

Pero de repente, su pensamientos se dispersaban con una mirada fija. 
-¿En qué piensas?-dijo ella.
+En como parece que las torres acarician el cielo-respondió él. 
Ella sonrió. Y él devolvió la sonrisa.

Y así fue como el beso se quedó guardado en el cielo de su boca, silenciado. 

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